Optimizar el riego es primordial en la jardinería urbana sostenible. Se recomienda regar en las primeras horas de la mañana o al atardecer para minimizar la evaporación y aprovechar mejor cada gota de agua. El uso de agua de lluvia recolectada o agua reutilizada del hogar, como la empleada para lavar frutas y verduras, es otra forma de hacer el riego más ecológico. Equipar las macetas con sustratos que retengan humedad o instalar sistemas de auto-riego también ayuda a evitar el desperdicio y mantiene las plantas saludables. Además, al prestar atención a la frecuencia del riego, es posible adaptarlo al clima y la temporada, evitando el exceso que puede llevar a enfermedades en las plantas.
Elegir plantas autóctonas o adaptadas al clima local es una medida sostenible que garantiza su supervivencia y reduce la necesidad de cuidados intensivos. Estas especies suelen requerir menos agua, son más resistentes a plagas y enfermedades comunes, y se adaptan mejor a las condiciones particulares de las ciudades, como la contaminación o el calor urbano. Investigar sobre las plantas nativas de la zona y su comportamiento en espacios pequeños facilita crear un jardín bonito, funcional y autosuficiente. Además, el cultivo de aromáticas, suculentas y ciertas hortalizas urbanas favorece la biodiversidad y aporta recursos para la cocina y el bienestar general.
El compostaje doméstico es una técnica clave para reducir la basura y nutrir el suelo de manera natural. Utilizar restos de frutas, verduras, cáscaras de huevo o posos de café permite elaborar abono casero rico en nutrientes que revigoriza las plantas sin recurrir a químicos. Los compostadores pequeños y cerrados son ideales para departamentos o balcones, y evitan malos olores si se manejan correctamente. El compostaje contribuye a cerrar el ciclo de nutrientes, fomenta el respeto por el medio ambiente, y fortalece la salud de las plantas, incrementando su resistencia y productividad.